jueves, 31 de enero de 2008

HISTORIA DEL CASTELLANO EN FILIPINAS, ESTADO ACTUAL


El gobierno desea oficializar de nuevo la lengua de Cervantes en aquel país y lo ha introducido en el sistema educativo público

EFE/ Reportajes
El Universal
Martes 08 de enero de 2008

El castellano es la tercera lengua más hablada del mundo, después del chino mandarín y el “comercial” inglés. Sin embargo, lejos de perder fuerza, el uso de la lengua nacida en el corazón de la actual España crece en hablantes y, en la actualidad, se expande a lugares como Estados Unidos, donde se calcula que lo hablan cerca de 34 millones de personas.

Gloria Macapagal, presidenta de Filipinas, quiere aprovechar esta circunstancia y pretende devolver la oficialidad del castellano al país introduciéndolo de nuevo en el sistema educativo público y en las instituciones del Estado.

En 1987, Corazón Aquino desterró esta lengua. Tras la caída del régimen represivo de Ferdinand Marcos, el Estado filipino apostó por el tagalo (lengua indígena) y el inglés como lenguas oficiales.

Y así ha sido hasta el momento. Por su parte, cinco mil personas estudian castellano en el país de forma privada, de las cuales la mitad lo habla habitualmente. Si tenemos en cuenta que en Filipinas viven cerca de 4 millones de habitantes, se trata de una cantidad pírrica de hispanohablantes.

Los orígenes

El navegante español Miguel López de Legazpi fundó las dos ciudades principales del país en 1565, Cebú y Manila. El desembarco imperial trajo consigo población, avances técnicos, una nueva religión y la lengua de Castilla. A diferencia de lo ocurrido en Latinoamérica, aquí la población fue protegida acérrimamente por el clero, cuya actividad espiritual se basó en la escolarización de los indígenas.

Durante varios siglos, la colonia maduró bajo tutela hispánica, se convirtió en un puerto mercantil de capital importancia y permitió a muchas familias españolas enriquecerse hasta alcanzar cotas destacables de influencia política, lo que a la postre sería el embrión del deseo segregacionista filipino.

Conflicto

Durante la guerra hispanoamericana, a finales del siglo XIX, las ambiciones estadounidenses por controlar todas las colonias españolas hicieron mella en la sociedad burguesa filipina. Sus aspiraciones nacionalistas sirvieron de apoyo para Estados Unidos contra España, que prometieron a los insulares plena soberanía en caso de ganar el conflicto.

La derrota hispánica se tradujo en la autonomía, que pasó a manos estadounidenses, y el pueblo filipino tuvo que luchar de nuevo por su independencia hasta 1946. Durante la ocupación yankee, el modo de vida estadounidense, el sistema económico y, sobre todo, su lengua, calaron sobre manera en la sociedad.

Letras hispánicas

Existe un movimiento literario de extrema productividad que se desarrolla desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX. La literatura filipina en castellano cuenta con nombres como Jesús Balmori, Marcelo H. del Pilar, Graciano López Jaena y Claro Recto. Uno de sus puntales fue José Rizal. Su novela Noli me Tangere inspiró a la burguesía de la época, afanosa por conseguir su independencia.

En el pasado, periódicos como La Independencia y El Renacimiento lucharon por preservar la lengua de España aún tras la segregación. Cabe destacar que, en aquel momento, la lengua no fue motivo para la independencia, ya que muchos de los cabezas de la revolución eran hijos de españoles e hispanohablantes.

En Filipinas, además del mermado castellano y de las oficiales hasta el momento, se hablan cerca de 170 lenguas distintas. Muchas de ellas provienen de la ancestral tradición polinésica, y otras son herencia de lenguas asiáticas descendientes del árabe y el chino, habladas en pequeñas comunidades. Visto así, la riqueza lingüística de este país merece una protección ejemplar a fin de defender los derechos de sus hablantes.

El primer paso, devolver el prestigio a una lengua que de forma innegable marca con letras de fuego el carácter de toda una sociedad. Con el apoyo de España, Macapagal sacará adelante su proyecto. No se trata de imponer una nueva lengua a los estudiantes, sino de disfrutar de la riqueza cultural que la historia les ha otorgado.

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