somos nosotros mismos.
Inocencia primera
abolida en deseo,
5-olvido de sí mismo en otro olvido,
ramas entrelazadas,
¿por qué vivir si desaparecéis un día?
Sólo vive quien mira
siempre ante sí los ojos de su aurora,
10-sólo vive quien besa
aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
Fantasmas de la pena,
a lo lejos, los otros,
los que ese amor perdieron,
15-omo un recuerdo en sueños,
recorriendo las tumbas
otro vacío estrechan.
Por allá van y gimen,
muertos en pie, vidas tras de la piedra,
20-golpeando impotencia,
arañando la sombra
con inútil ternura.
No, no es el amor quien muere.
Luis Cernuda Donde habite el olvido (1933)
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